La tendencia que lleva a que cada vez más profesionales dejen de estar en la sede de la compañía en la que trabajan para desarrollar su actividad diaria tiene mucho que ver con una nueva relación laboral orientada sobre todo a la prestación de servicios antes que al contrato tradicional por horas.

En esta relación de trabajo desaparece la ubicación física en la empresa, pero también el cargo, e incluso la necesidad de que haya un jefe o sea necesaria la supervisión.

Los nuevos modelos de actividad y de organización se relacionan con el hecho de que existen profesionales que conciben su actividad laboral como si fueran empresas unipersonales: detectan oportunidades en lugar de esperar a que los clientes empleadores les digan que necesitan algo. Son capaces de crear la oferta, igual que hacen las ‘start up’, y sustituyen los planes de carrera por planes de negocio profesional.

Es algo así como especializarse eligiendo un área nueva, y requiere una gran capacidad de generar confianza y de plantearse aquello que hacemos mejor que nuestra competencia.

En este fenómeno de ‘uberización’ del trabajo crecen las ocupaciones por proyectos, y las iniciativas unipersonales que aprovechan la experiencia concreta para una iniciativa determinada. También se da el caso de empresas de trabajo temporal para profesionales muy cualificados.

Se puede hablar de ‘slasher’ (una persona y varias carreras a la vez), algo que supone emplear el tiempo de trabajo en varios empleos compatibles e independientes. Aquí el profesional no depende de un solo jefe, y su salario proviene de varias firmas. Además, realiza actividades variadas sin tener que renunciar a ninguna de sus áreas de especialidad o de desarrollo.

Los ‘supertemp’ (supertemporales) son profesionales formados en las mejores escuelas de negocios y que han trabajado en las principales compañías, pero que optan por una carrera laboral independiente de cualquier organización tradicional.

Una nueva vida profesional

El escenario de trabajar sin ir al trabajo no dependerá de estructuras férreas de sueldo, lugar de actividad, o posición en un organigrama.

El trabajo como lo conocemos hoy desaparecerá. Esto implica un rediseño del concepto de empleado: trabajadores con mayor autonomía. Dónde estén físicamente será una simple anécdota, y trabajar no será una tarea uniforme y continuada. Habrá que tener en cuenta la actividad por proyectos y en tareas muy concretas.

Se difuminarán las fronteras entre los que son empleados y los que no lo son -‘freelance’ o consultores- y desde fuera de la compañía resultará complicado distinguir quién lo es y quién no. Habrá horarios más flexibles, retribución por tareas y proyectos, y profesionales especializados con su propia marca personal.

Captar y retener a los mejores será más difícil, aunque acceder a ellos será más fácil. Habrá más autonomía por parte del trabajador y de las empresas, y una relación laboral basada en que ambos se necesitan y se complementan.

El compromiso con la organización será difícil de gestionar, porque la dedicación plena no va a ser posible.

La difuminación de fronteras tendrá consecuencias jurídicas: habrá que contar con nuevos modelos e indicadores para medir el rendimiento y la productividad. La retribución estará plenamente vinculada a ambos conceptos.

La frontera difusa entre el trabajo y la vida personal implicará dificultades para comprobar cuándo se realiza efectivamente el trabajo. Habrá que tener en cuenta nuevos métodos de control y analizar el derecho a la intimidad y a la privacidad. Se plantearán cuestiones sobre el equilibrio perfecto para controlar y medir a los trabajadores.

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