EL GERENTE DEBE CUIDAR SU SALUD

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«Es normal tener algo de estrés, pero si éste se mantiene constante pasa de ser una reacción de defensa a una situación patológica, que varía en función de la capacidad de resistencia personal, diferente en cada persona y muy ligada a la estabilidad física y psíquica»

Aunque tener un puesto como ejecutivo en una empresa no constituye un factor de riesgo, ya que estos profesionales no están expuestos a tóxicos ni a determinadas situaciones de peligro, los hábitos laborales que adquieren pueden ser perjudiciales para su salud.

Las enfermedades que sufren estos profesionales son propias también en buena parte de la población en general, y se pueden dividir en dos: trastornos funcionales y orgánicos.

Entre los primeros se encuentran todas las situaciones derivadas de un estrés intenso, que depende fundamentalmente del puesto de responsabilidad, del tipo de trabajo y de la motivación personal.

Es decir, cuando el trabajo implica un alto nivel de exigencia por la responsabilidad de tener que tomar decisiones y afrontar problemas dentro de la empresa, la persona sufre un mayor desgaste.

El agotamiento se presenta también cuando el trabajo que se realiza no es ordenado, no hay una planificación de tareas, se acumulan las labores y no se fija un horario para la jornada.

Otro factor determinante para la aparición del estrés tiene que ver con la falta de motivación personal, con la ausencia de satisfacción en la labor que se realiza.

Cuando estos factores se perpetúan en el tiempo suponen un riesgo para el ejecutivo, y pueden terminar ocasionando lo que se conoce como síndrome del ‘burn out’ -el que se quema en su profesión-, una situación que condiciona la tarea diaria y merma el interés por el trabajo y la capacidad para desarrollarlo.

Ante esta situación, los síntomas son variados: palpitaciones, cuadros de opresión torácica, dificultad para respirar, contracturas cervicales y dolores de cabeza. También son comunes otra serie de problemas como la ansiedad, la angustia, la depresión y el insomnio.

Para saber si el estrés constituye en sí una enfermedad hay que atender a la intensidad con la que se produce y a la propia persona, ya que se considera patológico cuando el organismo no puede hacer frente a una situación de tensión y alerta constantes.

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