Ha surgido una nueva frontera tecnológica en el capitalismo avanzado con eje en EE.UU. que también abarca a China. El corolario es una nueva división internacional del trabajo que está más allá de las cadenas globales de producción y que se sustenta en la capacidad de creación autóctona de cientos de miles de nuevos empresarios, tanto en la sociedad norteamericana como en el interior de China.
Esta nueva frontera tecnológica implica una pauta superior de la acumulación capitalista, que está más allá de la internacionalización de la producción y de la globalización de las finanzas que se han desarrollado en los últimos 20 años, cuyos protagonistas son las empresas transnacionales (88.000 en 2014) y sus asociadas o afiliadas (600.000), que procesan segmentos especializados de la producción en el mundo entero.
A partir del colapso de Lehman Bros. (15/09/08), surgió en el mundo un impulso extraordinario a la innovación descentralizada desde la base, constituido por adaptaciones, ajustes y modificaciones de la tecnología más avanzada.
Los nuevos emprendedores (+4,6 millones despuntaron en China el año pasado, con 25/34 años de edad promedio) disponen de una alta cultura digitalizada, e innovan a través de un proceso constante de imitación recíproca y de intercambio de individuos e ideas, por definición trasnacional.
China tiene 290.000 universitarios en EE.UU. en 2015, y los graduados desde 1978 superan los 3 millones. La mitad de los empresarios de Silicon Valley nacieron en India; y 40% de los estudiantes de las universidades de la Costa Oeste de EE.UU. son asiáticos.
Por eso, 16,2% de las patentes de alta tecnología otorgadas el año pasado en EE.UU. tienen un titular radicado en el país y otro en Asia, el doble que en 2000. Silicon Valley está hoy más vinculada a Bangalore y Shenzhen que a los clusters de Nueva York o Boston.
El impulso innovador de los nuevos emprendedores chinos es obra de una opción deliberada de inversión. La República Popular gradúa 8 millones de universitarios por año, y destina US$250.000 millones anuales para ello, canalizados a través de 2.409 universidades –25 de nivel mundial–, el doble que en 2005. No había allí ningún PhD en ciencias duras en 1978, y graduó 25% más que EE.UU. en 2014. Su stock de egresados sería de 270 millones en 2030, más que la fuerza de trabajo norteamericana y abarcaría 20% de la población.
EE.UU. es un país excepcional. Esta es la marca distintiva de su civilización; y los líderes de la nueva frontera global son start-ups estadounidenses convertidos en actores mundiales (Apple, Amazon, Google, Microsoft). El rasgo característico de la sociedad norteamericana –país frontera por definición– es su apertura al mundo; y el mundo le responde volcándose a él. El año pasado recibió 4 millones de inmigrantes y la población nacida en el extranjero es hoy de 56 millones, la cifra más elevada en relación con la originaria de su historia. EE.UU. es una versión abreviada de la sociedad mundial.
El cruce entre la ampliación del sistema y la multiplicación de los protagonistas (intensidad) es el impulso crucial del alza de la productividad en el capitalismo avanzado; y esa intensidad, en términos de flujos, es el auge exponencial de la información devenida conocimiento. Lo cuantitativo se tornó cualitativo.
La información es una forma de energía, y sus derivados son la iniciativa y la capacidad de acción. Este es el núcleo del fenómeno humano, dice Teilhard.
La nueva frontera tecnológica se parece a la democracia local de EE.UU., que admiró Sarmiento en 1847: “(…) esa cosa loca, anárquica, llena de vida”, dijo.
Clarin