A medida que los procesos se automatizan, las empresas comienzan a entender la necesidad de la mano humana operando los botones y palancas que hacen que todo funcione.
Una falla de computadora le reportó a Knight Capital Group más de US$ 440 millones en pérdidas en solo 45 minutos. La dependencia de los seres humanos – y particularmente de las empresas- en la tecnología hace olvidar que siempre se necesita incorporar el factor humano en casos de emergencias. La clave es que no se ignore el desarrollo profesional humano para actuar en los momentos requeridos.
Una historia parece ilustrar este dilema. Se trata de una multa por pasar en rojo, captada por una cámara de seguridad. El usuario había pasado en rojo porque el semáforo había pasado de verde a amarrillo a rojo en cuestión de segundos. Pero la cámara de seguridad no capta estos matices. Le llegó una citación, que apeló ante un juez. “Las cámaras, como todo en la tecnología, funciona bien hasta que deja de funciona bien”, dijo ante las autoridades que no tuvieron compasión.
Hay veces que la tecnología no funciona, simplemente, como debería. Puede haber un incendio, un corte de energía, un error de computadoras o, también, un error humano: un crimen, una crisis. En la última década las empresas las han conocido todas. El buen jefe debe tomar decisiones para minimizar el riesgo. Se trata de evaluar las circunstancias que ponen en peligro el negocio, el impacto de cada una y establecer un plan y una serie de protocolos para estar listo cuando algo malo suceda.
Para que esto suceda se necesita de las personas adecuadas con el entrenamiento adecuado. No ponga en riesgo su negocio por el miedo a invertir en capacitación y desarrollo. La moraleja de esta historia es que las personas importan, hoy más que nunca. Cuando algo va mal – y sucederá, inevitablemente, más tarde o más temprano- un buen manager se sentirá aliviado de haber hecho de las personas su prioridad.
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