Creatividad supone un comportamiento original o nuevo, no convencional, y además con una utilidad práctica. Es el proceso gracias al cual una persona resuelve un problema de modo original, con una solución –o varias – desconocida hasta ese momento, y generando una utilidad o producto también novedoso.
Los creativos ven la realidad de forma diferente, a los demás. Una persona creativa es aquella que puede descomponer una situación o problema de forma opuesta a la mayoría y que, a la vez, producto de ese análisis singular, halla respuestas o modificaciones novedosas. Pero la solución que encuentre sólo se considerará creativa si resulta útil y productiva, si acarrea más beneficios que los procedimientos anteriormente usados.
Algunos escépticos señalan que es fruto del azar, de circunstancias especiales e impredecibles; que responde más al chispazo sorprendente y repentino que a la voluntad o intención de las personas dotadas de ella.
Varios son los perfiles de la persona creativa que se han expuesto en la última década. Gowan, Demos y Torrance (citados por Romero, 1994) presentan su propia lista de rasgos: curiosidad, espíritu inquisitivo; originalidad de pensamiento y de acción; independencia de obra y pensamiento; fértil imaginación; inconformismo; captación de relaciones desapercibidas para los demás; fluidez de palabras y acciones; constancia en sus acciones y aprecio por la complejidad.
También hay que mencionar el vínculo entre creatividad e inteligencia. De acuerdo a los entendidos, las personas más creativas no son siempre las de más alta inteligencia. Si bien resulta indispensable contar con cierto nivel de inteligencia superior para ser creativo, los hechos muestran que buen número de personas de inteligencia normal promedio hacen gala de ideas ingeniosas y creativas. Aunque parezca curioso, también hay personas inteligentes y muy poco creativas.
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