«Un líder es mejor cuando la gente apenas sabe que existe, cuando su trabajo está hecho y su meta cumplida, ellos dirán: Lo hicimos nosotros». Lao Tzu, filósofo chino.

La descripción significativa de estas actitudes de trabajo nos ilustran para estar atentos y crear acciones en consecuencia:

El emperador. El constructor de imperios acapara y minimiza el talento de su equipo. Todos los éxitos son gracias a su trabajo e inteligencia. Su opinión es la que prevalece y el crecimiento de la empresa ha sido, sin duda alguna, gracias a sus logros. Estos líderes están convencidos de que son los artífices de todo lo que hay a su alrededor, emperadores de un imperio a su imagen y semejanza.

El tirano. Se caracteriza por crear estrés, lo que detiene el proceso de pensar y exponer ideas de equipo y colaboradores. Saca punta a todo y hace públicos los errores de los demás, apostillando siempre que a él/ella, jamás le hubiera ocurrido. Convencido de que la presión incrementa el rendimiento, no es consciente de que produce el efecto contrario.

El que todo lo sabe. Dentro y fuera de la empresa lo sabe todo, ya se trate de fútbol, de política, economía… Si le dejaran arreglaría los problemas del país en un par de meses. Por esta razón, dice a los demás lo que tienen que hacer. Él siempre tiene razón y que es el abanderado del éxito no tiene discusión. Acostumbrado a desplegar su ‘sabiduría’, ha llegado a creerse su propia mentira.

El rey de la decisión. Primero decide y luego debate sin que el resto del equipo tenga opción a participar. Es el rey de la decisión, y la tomada es la más acertada. Si no es así, siempre existe otro responsable que le exime de la culpa: el entorno, la competencia, la crisis del sector, de la empresa matriz… todo tipo de agentes externos incontrolables que han hecho que su resolución falle.

Microgestor. Gestiona todo al detalle, de principio a fin del proyecto. No delega porque está convencido de que nadie es capaz de hacerlo si él/ella no está pendiente. «Lo tengo que hacer todo», es una frase que está siempre en su boca. Es su bandera y la defensa para reafirmar un ego con el que pretende controlarlo todo.

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