La obsesión porque todos los que trabajan en un lugar sean «felices» es un fenómeno relativamente nuevo y que se basda en investigaciones que conectan la productividad con la felicidad. Eso llevó a muchas empresas a implementar toda una suere de recursos para que sus empleados sean «felices» en el trabajo. Pensaban que un salón lleno de empleados sonrientes es una señal de que la oficina es productiva y exitosa.
Pero nuevas investigaciones muestran que forzar a los trabajadores a mostrarse más amables y más contentos de lo que en realidad sienten puede tener una serie de consecuencias negativas, que van desde el agotamiento emocional hasta el aislamiento.
En The Happiness Industry, el sociólogo y economista William Davies habla de esta obsesión por lograr un clima positivo en el lugar de trabajo generada por investigaciones que muestran una relación entre productividad y felicidad. Desde esta perspectiva, intentar aumentar la satisfacción de los empleados parecería una estrategia en la que ganan tanto los empleados como los empleadores. Pero Davies explica que esta estrategia de felicidad puede tener el resultado contrario.
«El argumento para fomentar la felicidad en el trabajo fue primero y principal un tema de productividad», dice. «Los empleadores buscan difersos modos de mejorar el humor de los empleados, o si eso falla, explicarles cómo comportarse de manera feliz. Y así generan una especie de obligación moral de ser o mostrarse optimistas.
Hay otras investigaciones que sugieren que forzar a alguien a simular felicidad durante largos períodos puede llegar a provocar problemas de salud, físicos y emocionales. Susan David, autora de Emotional Agility y psicóloga en la Harvard Medical School, habla de los peligros de poner cara de felicidad todas las mañanas. «Luchar contra las emociones negativas, o suprimirlas directamente no nos hace más felices sino, con el tiempo, menos felices.». «Que quede claro que no soy anti-felicidad. Lo que ocurre es que nuestra felicidad viene no como una meta sino como subproducto de ser honestos con nosotros mismos».
La otra cara de la moneda dice que hay muchas razones para optar por el mal humor. Hay investigaciones que sugieren que si bien el clima positivo puede hacernos más productivosa, la irritación y el escepticismo también traen muchos beneficios. En primer lugar porque hace que las personas tengan una actitud más atenta y cuidadosa con el detalle.
Dieter Zapf, presidente del departamento de psicología laboral y organizacional de la Universidad de Frankfurt am Main, realizó miles de entrevistas a empleados del servicio al cliente obligados a esconder sus verdaderos sentimientos a los clientes. Descubrió que simular las emociones en forma continuada puede llevar a frustración, agotamiento y hasta depresión.
«Nosotros llamamos a este tipo de emoción simulada «disonancia emocional», escribió en un artículo médico. «Descubrimos que la cantidad de horas que pasaban con los clientes era irrelevante cuando medíamos estrés comparado con la d de tiempo que los empleados tenían que demostrar «disonancia emocional».
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