El entorno de negocios regional y global está cambiando; las prácticas de comercio de los consumidores se están modificando, y la logística de producción y distribución se ha alterado. Por ello, la visión innovadora de las empresas debe anticiparse a la nueva normalidad.
Con el ánimo de optimizar nuestras operaciones en estos tiempos de crisis y a futuro:
1. Agilidad
Aunque las circunstancias parecen orillar a las organizaciones a la inactividad, deben ponerse en marcha planes de contingencia de forma inmediata. Además, la comunicación con los colaboradores y grupos de interés es vertiginosa, y es necesario mantener el paso.
Como las revisiones en las fronteras y puertos de entrada ralentizan la cadena de suministro, se deben compensar dichos retrasos y buscar vías y proveedores alternos para cumplir con los compromisos adquiridos, en especial si de estos depende generar flujo de efectivo.
La agilidad está relacionada con la flexibilidad, la cual es la base de la resiliencia. Según el estudio 2019 Global CEO Outlook, ocho de cada diez directores generales a nivel global buscan que la composición de sus equipos de liderazgo sea más resiliente. Nunca como ahora esto cobra sentido.
Sin duda, esta pausa obligada es una oportunidad para fortalecer nuestra resiliencia y analizar detenidamente y a profundidad las estrategias de la empresa. Vale la pena aprovechar cada minuto para ajustar nuestros modelos de negocio de forma tal que, cuando cesen las restricciones, hayamos construido las bases de un futuro más sólido.
2. Capacidad de negociación
Las organizaciones se están enfrentando a la necesidad de negociar con todos sus grupos de interés, desde proveedores hasta instituciones financieras, autoridades, clientes o reguladores, en lo relativo a nuevas condiciones, plazos y compromisos.
La capacidad de negociación está ligada a la solidez de las relaciones, el sentido de justicia (generando propuestas de ganar-ganar), la credibilidad, la empatía y la oportunidad. En la medida en que se comprenden las necesidades e intereses del otro, es más factible poner sobre la mesa ofertas de valor atractivas y solidarias que apoyen a la comunidad de negocios a enfrentar la crisis actual, sin perder de vista la necesidad de balance entre las partes interesadas, integrando una visión a largo plazo. El monitoreo continuo de la efectividad de las negociaciones será necesario para calibrar los resultados o volver a la mesa a platicar.
3. Pensamiento innovador
Replantear el modelo de negocio y la configuración de las operaciones o la diversificación son ejercicios que deben llevarse a cabo. No es tiempo perdido. Por ejemplo, algunas destilerías en Estados Unidos están utilizando sus insumos de alcohol para fabricar desinfectante de manos. También aquellas empresas que lograron transitar rápidamente hacia el uso de canales digitales y al comercio electrónico, han evitado mayores interrupciones en sus ventas o servicios.
De acuerdo con los ejemplos anteriores, las posibles soluciones a veces proceden de ideas poco convencionales que, en otras circunstancias, se habrían descartado. De ahí la necesidad de “pensar fuera de la caja”. Este proceso de pensamiento creativo se enriquece al tomar en cuenta las ideas de la fuerza laboral, permitiéndole proponer soluciones innovadoras a problemas inéditos. Por otro lado, es de esperar que la adopción y la democratización exponencial de la tecnología, como las energías limpias, las impresoras 3D o 4D, la inteligencia artificial, el uso de drones y robots, se acelere como resultado de esta crisis.
Sin duda, el costo de la pandemia ha sido y será muy alto. Todavía no podemos dimensionar sus efectos; pero nos queda claro que, si resurgimos con mayor agilidad, con nuevas capacidades de negociación y renovados con pensamientos innovadores, tendremos mayores probabilidades de salir fortalecidos de esta crisis global.
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