El reto de los líderes consiste en crear un contexto en el que pueda emerger la inteligencia colectiva del grupo, sin menoscabar la inteligencia individual. Aceptar la realidad es el primer paso para evolucionar de grupo a equipo de alto rendimiento.
Supervisar significa «mirar desde lo alto», lo cual induce la idea de una visión global. Sin embargo, para hablar de supervisión primero debemos explayarnos sobre el liderazgo.
El líder debe comprender el sistema del que forma parte, debe poder ver más allá de lo evidente y de lo inmediato, y debe percibir cómo los acontecimientos se relacionan mediante patrones más profundos. Además, debe tener una visión sistémica de su área de responsabilidad.
En los últimos 20 años, el liderazgo ha experimentado grandes cambios. El modelo de “mando y control” ha dejado paso a un modelo que se basa en un propósito que señale el destino, visión (para ver hacia dónde vamos) y valores, que nos guíen a un futuro exitoso y sostenible.
El reto de los líderes de hoy consiste en crear un contexto en el que pueda emerger la inteligencia colectiva del grupo a cargo, sin menoscabar la inteligencia individual. Por ejemplo, un supervisor de una organización industrial toma a cargo un grupo compuesto por personas de distintas generaciones, con distintos niveles de formación, diferentes niveles de compromiso y experiencia en el campo. Podemos decir que el supervisor tiene bajo su responsabilidad un grupo de trabajo al que hay que transformar en equipo de alto rendimiento, para cumplir con objetivos técnicos y numéricos de alta calidad.
Aceptar la realidad sabiendo dónde estamos constituye el primer paso de todo proceso, en este caso la evolución de grupo a equipo de alto rendimiento.
Las preguntas básicas a realizar en una primera instancia son:
– ¿A dónde queremos ir? ¿Cuál es nuestro objetivo?
– ¿Para qué queremos ir allí?
– ¿Cómo queremos lograrlo?
Las respuestas pueden ser muy variadas, lo importante es sentar la base de lo que se quiere lograr y cómo lo queremos alcanzar.
Y en una segunda instancia, debemos preguntarnos:
– ¿Con qué recursos contamos para hacer alcanzar el objetivo?
– ¿Cuáles son las capacidades que tenemos y cuáles las limitaciones?
– ¿Qué trampas o posibles problemas debemos evitar?
– ¿De qué modelos de liderazgo disponemos?
– ¿Tenemos un plan para el recorrido?
El liderazgo empieza con una visión. Ésta inspira a actuar e involucra a otros en esta acción. Tener visión significa saber cuál es el objetivo y en qué dirección se encuentra. Hecha esta identificación, el paso siguiente es compartir esa visión. El líder inspira a los otros o construye con ellos con la visión, que ahora es compartida.
Para llegar a esta etapa, quien lidera el grupo debe quitar las “etiquetas” a los individuos, y ver su potencial y posibilidades antes que sus carencias.
Para manejar un grupo de personas cuya característica es la diversidad, el supervisor debe trabajar en lo siguiente:
– Desarrollar la confianza en él.
– Tratar a las personas con respeto.
– Sacar lo mejor de cada uno, viendo siempre su potencial.
– Ayudar a los individuos en su camino personal de aprendizaje, promover el cambio.
– Inspirarlos a ser protagonistas de sus acciones y elecciones.
– Escuchar.
– Ser empático.
– Tener capacidad de negociar y resolver conflictos.
– Ser justo, para que todos experimenten un ambiente de integridad que contagia valores compartidos.
– Establecer vínculos, cultivar y mantener una red de relaciones, para pasar de grupo a equipo.
Sin embargo, el líder no podrá alcanzar los puntos expuestos anteriormente si no ha hecho su trabajo personal en lo que Daniel Goleman -autor del libro “El Líder Resonante crea más”- menciona como las competencias personales de la Inteligencia Emocional. Entre ellas se encuentran:
– Desarrollar la conciencia de sí mismo o autoconocimiento, de ese modo podrá ser consciente de los demás.
– Perfeccionar sus habilidades de auto-gestión para controlar sus emociones.
– Transparencia, sinceridad e integridad.
– Adaptabilidad y flexibilidad.
– Motivación para satisfacer criterios internos de excelencia.
– Iniciativa.
– Optimismo.
Así, el líder es como un director de orquesta. Éste no toca por sus músicos, no hace su trabajo, los guía para que cada uno saque lo mejor de sí mismo, escuchándose, colaborando entre sí, esperándose algunos, apurándose otros. Para que el resultado sea la bella y armoniosa pieza que el público escucha.
Patricia Bargués
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