YO ME COMUNICO,¿TU TE COMUNICAS?EL NO SE COMUNICA…

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Lejos, el verbo comunicar es él más difícil de conjugar. Lo esperable, entonces, es que esa dificultad complique las relaciones laborales. Más que proponer, la idea aquí es reiterar la vigencia del tema, por aquello de que el sentido común es el menos común de los sentidos.

La capacidad de comunicarnos que tenemos los seres humanos es una bendición, sólo equivalente a la maldición que significa nuestra precariedad para ejercerla. Dicho de otra manera, como en el chiste en boga: te tengo una buena y una mala noticia. La buena es que te puedes comunicar. La mala, que no sabes hacerlo…

Las consecuencias de esta situación se colocan en los dos extremos de la cuerda. Algunos piensan que, como se trata de una facultad que es innata a los seres humanos, no es necesario preocuparse mayormente de ella. Nos comunicaremos sin problemas, porque esa es una de nuestras características, nacemos con ese don.

Otros se van a la posición exactamente contraria. La comunicación es algo extraordinariamente difícil, que requiere de teorías sofisticadas y complejas, para poder dominarla. En parte, ello es verdad, una comunicación profunda no es fácil de lograr. Pero ello no pasa necesariamente por la intelectualización del proceso. Las emociones, los afectos, el desarrollo personal, los valores, el recorrido de vida, por mencionar algunos, son factores claves. Un profesor universitario o un destacado profesional, no necesariamente se comunican mejor que un pescador o una campesina.

Las antenitas que no se ven…

Es verdad que somos seres comunicacionales. Todos tenemos esa capacidad, por el sólo hecho de nacer Se trata de una capacidad, de una calidad, de una especificidad, que nos caracteriza y nos confiere la condición de seres humanos. Nos estamos comunicando todo el día, todos los días. Desde que somos concebidos, todavía en el seno materno, hasta que morimos, muchísimos años después. No se nos ven, pero es como si tuviéramos unas antenitas, que nos permiten enviar y decodificar mensajes permanentemente.

Justamente esta situación es la que dificulta nuestra comprensión cabal de la realidad comunicacional. Esto se agrava, porque, salvo la escritura, el lenguaje oral, corporal y gestual lo aprendemos en nuestra primera infancia, sin darnos cuenta, a través de la socialización con nuestros mayores primero, y nuestros pares después.

Todo ello contribuye a que nos olvidemos que no es suficiente contar con una capacidad determinada. Toda facultad se puede desarrollar en mayor o menor grado o, incluso, caer en desuso, según sea cuánto y cómo la ejercitamos y hasta que punto aprendemos y aplicamos técnicas, conocimientos, habilidades y destrezas, que nos permitan sacarle el mayor partido posible a cada capacidad.

Conocer primero y tomar posesión de nuestra facultad comunicativa. Identificar, después, las fortalezas y debilidades de nuestras diversas formas de comunicación. Hay quiénes manejan con gran talento el castellano escrito, pero son limitados en su habla, o todo lo contrario. Los ojos, las manos, el cuerpo, el tono de voz, el rostro, por citar sólo algunos factores, son poderosos y cautivantes formas de comunicación. Vicente Huidobro, el notable poeta chileno, le pregunta a su amada:

¿Acaso ibas a ser muda, que Dios te dio esos ojos?

Y en otro texto, sostiene: «No hay que describir la rosa, hay que hacerla florecer en el poema.»

Con Pablo Neruda ocurre otro tanto, más que la descripción de la lluvia, sentimos en el poema el olor a la tierra mojada…

No somos Neruda ni Huidobro, pero si conociéramos bien nuestras capacidades, podríamos privilegiar aquellas formas de comunicación en que somos más exitosos y que nos permiten trasmitir certeramente el mensaje.

El entorno laboral

La capacidad de comunicar es una sola, pero, obviamente, ella se funcionaliza en relación a los objetivos específicos de cada medio y circunstancia. La Familia es distinta del Trabajo, y ambas de la Literatura o el Periodismo. Todo esto parece muy evidente, pero no siempre asumimos sus consecuencias.

Las relaciones laborales son tan específicas, que constituyen una especialidad dentro de la Comunicación. La vinculación entre jefatura y subordinados, vertical u horizontal, la convivencia con los colegas o los pares, los requerimientos comunicacionales que son propios a cada proceso productivo, la jerga que acuña cada profesión u oficio, todos ellos son elementos que debemos analizar y cuantificar a la hora de querer profundizar y mejorar nuestras relaciones comunicacionales al interior de la empresa.

Hay otra característica de la Comunicación, que es imprescindible considerar. Se trata de una capacidad total, es decir, sin ella ni siquiera es posible abordar otras zonas importantes del quehacer humano. Sin comunicación no hay trabajo en equipo, ni es posible ejercer el liderazgo, tampoco hay atención de clientes o público, ni relaciones humanas hacia adentro o hacia fuera de la empresa. Eso, en lo laboral. Qué decir de lo individual, sin comunicación no hay familia, ni autoestima, ni autocontrol, ni desarrollo personal.

Esto incide directamente en las empresas. Los recursos humanos son claves en el proceso productivo, tan o más importante que los recursos de infraestructura, que además son renovables, lo que no es posible con los seres humanos. Por eso, sin trabajadores con buena calidad de vida, y ello pasa por un ejercicio razonable de su capacidad de comunicación, no es posible potenciar y mejorar el rendimiento de cada empresa.

Por eso, hoy día, no sólo se piensa en la capacitación técnica. Se entiende que es importante invertir en capacitación dirigida hacia los trabajadores e incluso sus parejas, como única forma de armonizar el proyecto de vida de cada persona con el compromiso con la empresa y el trabajo.

Podríamos decir que la Comunicación incluye un amplio abanico de posibilidades y de niveles. Desde la Común-unión, que implica nada menos que una puesta en común entre dos personas, hasta la mera información, pasando por diferentes estadios de profundización.

Lo que ocurre es que nada es despreciable al interior del proceso y ello tiene que ver con sus objetivos. Si se trata de construir el amor o la amistad, estamos hablando de palabras mayores, de las capas más íntimas entonces será procedente entrar en la temática de la ontología del lenguaje. Pero igualmente necesario será dar una orden para que el júnior haga un depósito en el Banco tal y, en ese caso, la comunicación será efectiva si la orden se cumple a cabalidad, independientemente que estemos situados en las capas más externas de la cebolla. Estaremos entonces en el ámbito de la comunicación efectiva o comunicación para la acción.

Lo interesante está en que los niveles son interdependientes, es una especie de sistema, en que un escalón facilita el acceso al escalón siguiente. Por ello, la estrategia integral de capacitación debe consistir en una política de comunicación al interior y al exterior de la empresa. En ese contexto, debe haber una armonía entre los cursos que se impartan, el plan de desarrollo de la empresa y la satisfacción de los distintos requerimientos que se presentan para la eficiencia del proceso productivo.

Si perseveramos, es posible que el verbo se conjugue en armonioso coro: yo me comunico, tú te comunicas, él se comunica….

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