En la medida en que los alumnos tengan mayores posibilidades de gestionar el aprendizaje, o de que éste sea «customizado» de acuerdo a sus capacidades, los profesores no serán los únicos que vean modificado su rol. Las universidades deberán afrontar también desafíos que no siempre estarán en condiciones de asumir por su cuenta.
Así es que la educación representa para los gigantes de la tecnología un gran campo de acción. No por nada Google cuenta con diversos proyectos como Singularity University -una academia dedicada a innovación, ubicada en el corazón de la sede de la NASA- y también se alió con la plataforma de MOOC creada por Harvard y Stanford, edX.
También LinkedIn desarrolló herramientas en su red para nuclear a sus usuarios en torno a páginas de sus «alma mater», y en 2014 invirtió u$s1500 millones en la plataforma de cursos online Lynda.com.
Microsoft, por su parte, adquirió el juego Mindcraft, alrededor del cual existe una comunidad de «gamers» que está modificándolo para utilizarlo en el salón de clases. Otra tecnologías de esta empresa introducen al estudiante a los principios de programación, volviéndola algo utilitario para mejorar el juego que crea el propio alumno, «y este es un cambio motivacional muy importante», apuntó Games.
«Creo que las empresas de tecnología tienen muchos roles potenciales. Habrá firmas que se especialicen en plataformas y servicios que las universidades puedan utilizar en sus investigaciones y en sus prácticas educativas. Otras, me imagino, incursionarán en la creación de contenidos y experiencias de aprendizaje. Es probable que comiencen a colaborar más con las universidades», opinó Games al respecto.
Como contraparte, el experto consideró que «en general las casas de estudio experimentarán un cambio, donde la cátedra perderá prominencia como el organizador de aprendizaje por excelencia y dará entrada a una nueva generación de educadores especializados en gestionar conocimiento a través de proyectos con alumnos».
Claro que en la Argentina la llegada de la tecnología de forma masiva a las universidades juega con varios factores en contra: los costos en dólares de algunos dispositivos e insumos, las trabas para importarlos, el aún deficiente sistema de telecomunicaciones que de a poco adopta la tecnología 4G.
Pero algunas universidades y escuelas de negocios también comenzaron a aliarse con distintos «partners» para derrotar por fin a esta barrera digital. En la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, por ejemplo, consideraron que la imposibilidad de contar con conexión dentro de las aulas «no es neutral» y por eso licitaron a la empresa de telecomunicaciones un proyecto para dotar a su sede con 100 puntos de acceso a Internet.
Games prefiere mantener una perspectiva positiva cuando se lo consulta por la posibilidad de incorporar estas innovaciones en Latinoamérica: «Tenemos una población joven y en crecimiento comparada con muchas economías avanzadas. En los países en desarrollo, hay una enorme oportunidad de capitalizar estas nuevas tecnologías y volvernos potencias en la preparación de profesionales, mientras el costo de esta educación cae».
«Las limitantes continúan siendo el acceso a la infraestructura necesaria entre las clases más pobres, así como la corrupción de los sistemas políticos y educativos de muchos países emergentes», admitió. Los obstáculos, según este experto, serán del tipo institucional: «Necesitamos reforzar y limpiar las instituciones gubernamentales y privadas a todos niveles para que el potencial de estas tecnologías pueda dar los frutos esperados».
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