Si bien en el ámbito laboral, las habilidades «duras» se pueden aprender y son necesarias para realizar las actividades correctamente, las habilidades blandas son muy importantes, ya que corresponden a los atributos personales que ayudan a las personas a interactuar eficazmente con otras.

Entre las habilidades blandas, también llamadas sociales, se destacan las habilidades de comunicación y la capacidad para trabajar en equipo. Asimismo, una investigación de la Universidad de Harvard indica que el 85 % del éxito en el desempeño de un profesional se debe al buen desarrollo de sus habilidades blandas y personales.

La empatía o la capacidad de ponerse en el lugar del otro es un pilar más de la inteligencia emocional. Saber lo que sienten los demás facilita la relación y el manejo de las distintas situaciones interpersonales que puedan darse.

«Podemos neutralizar nuestros sentidos, pero no somos capaces de escaparnos de las emociones propias y ajenas. En cambio, las personas hábiles en el manejo de las emociones controlan muy bien esta dimensión.», Daniel Goleman lo expresa con fluidez en su libro La Inteligencia Emoocional.

La apertura y la confianza en nuestras relaciones es un indicador esencial de que somos personas con alto grado de inteligencia emocional. Es decir, abrirnos y dejar las reservas a un lado es beneficioso para cimentar relaciones saludables.

Además, ser emocionalmente hábiles no solo nos permite sentir y gestionar nuestras emociones de manera adecuada, sino expresarlas y transmitirlas correctamente.

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