«Hasta que una persona no se pone a trabajar de verdad es difícil saber si era el perfil adecuado», esta es una verdad indiscutible.
El reclutamiento, la entrevista, la contratación y la incorporación de un empleado es un proceso que requiere mucho tiempo y que todos los gerentes se toman muy en serio, pero hay ciertas pautas que comentaremos que ayudan que dichos procesos sean mejores.
Como explica la reconocida experta en management Whitney Johnson en Harvard Business Review, aunque hay muchos asuntos de los que todo el mundo es consiente a la hora de contratar a alguien –como las habilidades específicas que requiere el puesto– el subconsciente nos puede jugar una maña pasada. En realidad, como muchos estudios han demostrado, tendemos sencillamente a contratar a las personas que nos caen mejor o tienen buenas recomendaciones, pero, aunque es lógico aspirar a tener una buena relación con los miembros de tu equipo, las primeras impresiones no siempre funcionan y que alguien te de buen feeling no significa que vaya a ser el trabajador que necesitas.
En opinión de Johnson, a la hora de contratar hay tres motivaciones emocionales en las que es fácil de caer y que debemos tener muy en cuenta:
1. Contratar al candidato que más se parece a nosotros
Los entrevistadores que no tienen claro qué tipo de perfil conviene más a la empresa tienden a contratar a la persona que más se parece a ellos. Tiene lógica, pues siempre pensamos que lo hacemos bien así que ¿por qué no contratar a la persona de perfil más similar?
La diversidad es un valor fundamental para construir una plantilla, pero no siempre se tiene en cuenta, pues es más cómodo trabajar con gente con la que tenemos mayor afinidad.
2. Contratar a alguien para realizar el trabajo que no quieres hacer
Este impulso, como explica Johnson, es aún más peligroso, y es muy habitual. Muchas veces se contrata a personas porque se van acumulando tareas que nadie quiere hacer con la única idea de dárselas. Una versión más compleja de este problema es cuando se quiere contratar a alguien para hacer el “trabajo sucio”, como es gestionar despidos o ajustas las cuentas de los departamentos. Esto es más común de lo que parece y sirve, básicamente, para que los jefes no queden mal de cara a sus subordinados al ofrecer el perfecto chivo expiatorio.
3. Contratar a alguien para hacer un trabajo que no entiendes
Este es quizás el error más común, y en cierta parte el más comprensible. Es normal buscar nuevos perfiles cunado aparecen retos empresariales que, sencillamente, ningún miembro de la plantilla tiene la capacidad técnica para afrontar. Pero si no tienes ni idea de lo que realmente va a hacer el nuevo miembro del equipo es probable que te equivoques al contratarle.
En primer lugar, no hay forma de supervisar si lo que está haciendo es correcto y, además, puedes sentirte amenazado si empieza a hacer cosas que no sabes si quiera valorar. Esto no significa que no tengamos que contratar a alguien porque necesitamos perfiles nuevos en el equipo, pero debes informarte bien antes de hacerlo.
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