Días pasados facilité un seminario sobre estrés en una empresa del rubro entretenimientos. Se trataba de un público joven, entusiasta, que había elegido participar de esta actividad que la empresa ponía a disposición de todos sus colaboradores, sin limitaciones de jerarquía ni área, en un ciclo dedicado a la inteligencia emocional.
A poco de presentarnos, les pedí que cada uno se acercara a la persona que menos conocía de la sala y tuvieran una conversación de cinco minutos. Cada uno iba a compartir con el otro algo que lo apasionara. La energía del lugar se modificó en segundos. Pasaron de un silencio anodino y expectante a un bullicio vital. Cada dupla parecía encendida de entusiasmo, compartiendo alguna anécdota de su vida personal o laboral.
Todos sabemos que las conexiones humanas son vitales en las organizaciones pero muchas veces parecemos olvidarlo. Ya sea que se trate de vínculos duraderos o encuentros breves, todos dejan huella, y en muchos casos esa huella es indeleble. Las organizaciones dependen de las personas y de sus interacciones para cumplir con su trabajo. La calidad de las conexiones que la gente forma impacta sobre cómo funciona la organización. Es más probable que las tarea puedan realizarse con diligencia y efectividad y los colaboradores puedan florecer en entornos en los que las conexiones sean nutritivas, flexibles, resilientes.
Una conversación de cinco minutos puede ser una manera de construir la red personal si nos involucramos activamente. Ello requiere dejar lo que estamos haciendo, soltar el celular o la laptop y estar enteramente presente en ese intercambio. Generalmente cuando esto sucede, la otra persona siente la energía y responde en consecuencia. El poder de estas conexiones, a las que la investigadora de La Universidad de Michigan Jane Dutton denomina high quality connections se siente, con implicaciones duraderas para las personas y, muchas veces, para las organizaciones.
Susan Giuliano
Head of Leadership Development en Lee Hecht Harrison Argentina