Puede que para muchas personas el estado de alarma, que dictó confinarnos en casa bajo cuarentena, comenzara como una enorme pesadilla. Incluso, muchas personas pueden haber experimentado intensos niveles de ansiedad esos primeros días y semanas. Curiosamente, esas mismas personas pueden estar hoy desarrollando lo que se está dando a conocer como “el síndrome de la cabaña”. Entendiendo la cabaña como nuestros hogares en estos momentos, resulta interesante conocer un poco más sobre este fenómeno psicológico, qué síntomas tiene, qué influye para desarrollarlo y qué hacer para aliviarlo.
Hablamos del “síndrome de la cabaña” cuando experimentamos miedo por salir a la calle. Miedo a contactar con otras personas fuera de las paredes de nuestra casa, temor a realizar actividades que antes eran cotidianas como trabajar fuera de casa, coger medios de transporte público, relacionarnos con otras personas conocidas, etc… Pero es importante remarcar que no se trata de un trastorno psicológico, por lo que no hay definición oficial sobre ello. Más bien hablamos de una consecuencia conocida, o incluso podría verse como “natural”, al hecho de pasar tanto tiempo confinados.
Se piensa que este síndrome viene derivado de lo que se conoce también como la “fiebre de la cabaña”, en inglés cabin fever. En este caso, hablaríamos de la experiencia opuesta. Se trata de la reacción de agitación, inquietud, desesperanza, dificultades en la concentración e incluso ira, ante la imposición externa de permanecer cerrado en un espacio sin libertad de movimiento. Es lo que posiblemente muchas personas comenzaron a experimentar e incluso a buscar ayuda profesional por estos síntomas.
Digamos, que así como la anterior es una reacción natural, cuando el confinamiento se alarga a los más de 50 días, como es el caso en nuestro país, la cosa cambia. Gracias al instinto de supervivencia nos podemos haber adaptado a vivir y convivir confinados. Quien experimenta el “síndrome de la cabaña” puede experimentar ahora, por un lado confort, seguridad y tranquilidad en las actividades en casa a la vez que ansiedad, evitación e irritabilidad por el mero hecho de pensar en salir a la calle o retomar la vida que tenía antes del confinamiento.
Por otro lado, las personas que se pasan el confinamiento solas, tienen más posibilidades de desarrollar el “síndrome de la cabaña”. El hábito de no tener ningún contacto físico o cercano con otra persona puede haber creado una forma de rechazo a lo que ahora es excepcional para estar personas, que es el contacto con los demás. Además, no podemos olvidar que la epidemia no está superada por completo por lo que el riesgo de contagio es real. Todo y que los miedos de estas personas no son sólo al contagio del virus COVID-19, sino ya en sí a afrontar situaciones sociales o espacios abiertos con múltiples estímulos que escapan a su sensación de control.
¿Qué hacer cuando toca volver a salir?
Lo primero es importante tener claro que las salidas deben ser graduales, de manera que cada uno pueda ir regulando qué necesita y cómo. Especialmente desde que se permiten las salidas a pasear y hacer ejercicio, según horarios, es útil aprovecharlas para ir graduando nuestro contacto con el exterior. Ya sea por el mero hecho de exponernos a la calle, al ruido, a otras personas desconocidas, como así mismo a poder emplear esas salidas en realizar algo que nos agrada o que nos pueda aportar una leve sensación agradable, al menos al principio. Disfrutar del sol en la piel, facilitar el contacto con algo de naturaleza como un parque o el mar. Si asociamos la salida, que nos agobia, con una consecuencia de placer (dentro de las posibilidades existentes) es algo más fácil que volvamos a repetir la experiencia al día siguiente.
Lo segundo a tener en cuenta para aliviar los síntomas del “síndrome de la cabaña” es respetar y seguir los protocolos estipulados de seguridad. Frente al miedo al contagio estas pautas de distanciamiento social, lavado de manos y uso de mascarilla (entre otras) nos puede proporcionar cierta sensación de seguridad.
En estos momentos, más que nunca, es importante escucharnos y atender a nuestras necesidades para que podamos salir adelante de la manera más respetuosa con nosotros mismos y con los demás. La situación es excepcional y no hay una única manera correcta de superarla. Es normal tener miedo como también es normal querer superarlo. Si sientes que te genera malestar la idea de salir al exterior es importante buscar ayuda. Dejarnos acompañar es un acto de generosidad con uno mismo.
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