Hay muchas empresas que están llenas de jefes que dan órdenes y de tareas en busca de dueño, pero sin embargo necesitan algo más: están faltas de valores, de motivación y de razones de peso para que todos deseen remar juntos en la misma dirección. Y eso es algo que solo un líder puede lograr.
Un gran líder tiene valores y principios sólidos, y una ética inquebrantable.
No solo tiene definidos sus valores sino que se asegura que estos sean buenos para todos y los transmite a todo su entorno para que todos remen en la misma dirección.
El buen líder se basa en un sistema de valores definido por consenso y trabaja siempre tomando como base esos valores.
Tener una visión estratégica es la base para el crecimiento de toda empresa y un buen líder lo sabe. Por eso planea metas a largo plazo, alinea los objetivos entre los distintos departamentos y se asegura que todo el equipo está mirando en la misma dirección.
El líder es, por naturaleza, honesto. Y lo es con él mismo, con la empresa, con el equipo y con los clientes. La honestidad es un valor innato e incuestionable para todo líder natural.
Un auténtico líder se pone en el lugar de los demás, intenta entender a cada persona, apoyarla y apreciar sus sentimientos. Todo eso con el objetivo de que la empresa funcione y de que todos estén felices colaborando en la organización.
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