Nuestras organizaciones se encuentran ante unos entornos competitivos cada vez más cambiantes y complejos, en los que es necesario manejar un número elevado de variables para mantener las ventajas competitivas actuales.
Se trata de entornos en los que predomina la oferta sobre la demanda, de rápido desarrollo tecnológico y en los que las distancias geográficas se hacen cada día más pequeñas.
Esta situación obliga a nuestras organizaciones a adaptar y mejorar sus procesos tradicionales de observación y conocimiento de los entornos en los que compiten, que podemos clasificar como entornos directos (clientes proveedores competidores…) e indirectos (demografía, regulaciones, tecnologías, economía…)
Dichos procesos de observación requieren de una gestión de información de tipología variada: información cuantitativa (datos, ratios…) y cualitativa (artículos, patentes…); interna (generada por la propia organización) y externa (procedente de fuentes externas); formal (la estructurada y publicada) e informal (procedente de nuestros contactos con clientes, visitas a ferias…)
Los Sistemas de Inteligencia Estratégica (también conocidos como Vigilancia Tecnológica, Inteligencia Competitiva o Inteligencia Económica) se pueden definir en pocas palabras, y quizás con riesgo de ser excesivamente simplista, como un proceso organizado y continuo de observación y análisis del entorno, con el fin de conocerlo e interpretarlo mejor de forma que permita decidir y actuar eficazmente a la organización.
Estos Sistemas tienen un buen aliado en las metodologías y herramientas de gestión avanzada de información, pero también son necesarios la creación de espacios de encuentro y comunicación en el seno de la organización que permita la generación de verdadero conocimiento sobre tales entornos.
La puesta en marcha de estos Sistemas de Inteligencia Estratégica permite, entre otras muchas cosas:
Conocer mejor a los competidores.
Captar oportunidades de negocio y colaboración.
Identificar de forma temprana riesgos y tendencias de mercado.
Generar nuevas ideas y conocimiento para la puesta en marcha de proyectos I+D+i.
De esta forma, los Sistemas de Inteligencia Estratégica resultan de gran utilidad para todo tipo de organizaciones: empresas, Administración Pública, asociaciones, colegios profesionales,…
En particular, las Pymes también pueden (y deben) afrontar estas mejoras en sus procesos de observación, dado que hablamos de implementar metodologías y herramientas que están ya a su alcance. Lo que es necesario es que estos sistemas estén orientados a solucionar sus necesidades y problemáticas particulares, pues cada organización tiene sus propios retos y unos entornos singulares en los que debe competir para alcanzarlos. El «café para todos» es, también en esta ocasión, una estrategia equivocada.
Seguramente, su organización realiza ya actividades de observación y seguimiento de los entornos; sin embargo, quizás fuera conveniente pararse un momento a reflexionar si la forma en la que se llevan a cabo y el grado de conocimiento de los entornos que proporcionan son los mas adecuados para diseñar y desarrollar las estrategias que su organización se ha marcado para competir, precisamente, en tales entornos.
Si no fuera así, puede que se estén desarrollando estrategias sobre bases poco sólidas, dejando pasar oportunidades o errando en la identificación de amenazas y riesgos en tiempo para tomar las decisiones que los contrarresten.
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