El conocimiento de idiomas es un valor agregado en la persona que le permite captar más allá de la traducción del diálogo o texto la esencia de lo expresado. En un mundo globalizado, con información instantánea del suceso hace innecesario detenerse en más comentarios. Por el contrario la presentación de estos mitos invita a incentivar la propuesta.
– El mito del profesor nativo
Ciertamente, el profesorado especializado en la enseñanza de idiomas debe acreditar un nivel de dominio del idioma que imparta equivalente al que tendría un nativo culto. Pero tengamos en cuenta que, mientras algunos profesores que no tienen este idioma como lengua materna pueden garantizar, además de este nivel de dominio, unos estudios filológicos especializados y una buena formación en el campo de la didáctica, muchos «nativos» carecen de la más mínima formación en estos campos. De hecho, todos somos «nativos» respecto a nuestra lengua materna, pero no todo el mundo está capacitado para transferir a otros la capacidad de usar esta lengua.
– El mito de que una lengua se puede aprender en poco tiempo y sin esfuerzo
Aprender una lengua está, ciertamente, al alcance de cualquier persona, igual como lo está mantener bien cuidado el césped de un jardín. Pero en ambos casos se requiere una dedicación constante y permanente, paciencia y cierto esfuerzo. Si a un jardín no le sirve de nada e incluso le puede resultar contraproducente una lluvia torrencial en poco tiempo, seguida de un largo período de sequía, un aprendizaje intensivo pero sin continuidad tampoco resulta el mejor método para conseguir un buen dominio de una lengua extranjera. De hecho, la experiencia nos dice que se recurre con demasiada frecuencia a esta fórmula sincopada.
– El mito de que una lengua extranjera sólo puede aprenderse en el país donde se habla
Para conseguir un buen dominio de un idioma es imprescindible, sin duda, tener oportunidades frecuentes de practicarlo. Evidentemente, en un país donde el idioma sea la lengua propia, estas oportunidades se dan por supuestas. Pero hay que tener en cuenta que la práctica debe graduarse en función de las posibilidades de comunicación efectiva y el nivel de competencia que se posea en cada momento del proceso de aprendizaje. No hay nada más frustrante y desmotivador que cuando crees empezar a dominar un idioma sentirte incapaz de resolver una situación sencilla de comunicación ante un nativo que se dirija a nosotros sin tener en cuenta nuestras limitaciones de uso de su lengua. Un dominio alto de una lengua extranjera pasa, sin duda, por estancias en el país dónde se habla, pero en unos primeros estadios del aprendizaje, el trabajo con un profesor que sepa graduar los esfuerzos y las situaciones de comunicación puede resultar mucho más provechoso que una inmersión directa.
– El mito de que aprender un idioma es caro
El aprendizaje de un idioma es un proceso que requiere algunos centenares de horas, con grupos reducidos de alumnos, profesorado cualificado y apoyos tecnológicos adecuados. El planteamiento correcto no debería ser el de comparar una oferta «barata» con otra aparentemente más cara, sino el de comparar cuál de ellas ofrece más garantías de un aprendizaje efectivo, teniendo en cuenta aspectos como su programación, su enfoque metodológico, su profesorado, su sistema de certificación y, evidentemente, la solvencia de la institución que hay detrás. En términos empresariales se trata de valorar rentabilidad antes que precio.
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