La quinta revolución industrial induce a nuevas formas de trabajar donde los avances tecnológicos redefinen la cultura en las organizaciones y el cambio constituye la clave de la permanencia y desarrollo de las mismas.
En este contexto el concepto de “tercer lugar” introducido en 1989 por el sociólogo estadounidense Ray Oldenburg con referencia a aquellos espacios fuera del ámbito del hogar (el primer lugar) y del trabajo (el segundo lugar) que permiten que la gente se reúna en un ambiente informal y accesible, ideal para la colaboración, el intercambio de ideas y la creación de nuevos vínculos.
El protagonismo de este tercer espacio ha variado a lo largo del tiempo de acuerdo con el contexto cultural e histórico. Entre los Griegos y los Romanos, por ejemplo, el ágora y el foro respectivamente encarnaron el tercer lugar por excelencia. Tratándose de ámbitos que simbolizaban los valores predominantes, la misma arquitectura que los rodeaba afirmaba la importancia de la vida pública y cívica por sobre la vida privada y doméstica. Los terceros espacios nunca fueron tan prominentes como en estas dos culturas.
Avanzando unos cuantos siglos hallamos que, antes de la Revolución Industrial, el primero y el segundo lugar no estaban separados; la gente vivía y trabajaba dentro del mismo ámbito. La industrialización independizó el lugar de trabajo del lugar de residencia, apartando el trabajo productivo fuera de la casa y transformándolo en un lugar distinto.
En la actualidad, la vida urbana ha polarizado esta distinción entre hogar y trabajo hasta el extremo (de la casa al trabajo y del trabajo a casa), razón por la cual Oldenburg plantea la necesidad de contar con terceros lugares -tanto a escala urbana como de la comunidad- a fin de ofrecer una alternativa de desarrollo social más allá del ámbito doméstico y laboral dentro de una gama de espacios públicos que puedan colmar la necesidad de encuentro.
El concepto de tercer espacio de Oldenburg es lo suficientemente amplio como para trasladarlo a la órbita del trabajo. Podemos pensar el Ágora griega como aquel modelo que propicia el trabajo junto a los clientes o desde terceros lugares. Esto significa que la gente volverá a la oficina con menos frecuencia y disminuirá la necesidad de proveer puestos fijos. Gracias al desarrollo de la tecnología móvil, muchas personas, movidas por la necesidad de minimizar los traslados, buscarán cada vez más trabajar en estos terceros espacios donde encontrarán un ámbito para concentrarse y colaborar junto con toda la tecnología necesaria.
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