En el ámbito laboral se reflejan los problemas de comprensión entre sexos, que suelen reflejarse en aquellos en donde él calla y ella habla incesantemente. “No me comprendes, nunca lo has hecho!”. La comunicación es una de las diferencias más marcadas entre mujeres y hombres. Por lo general, los hombres no son ningunos campeones de la palabra.
Según la socióloga británica Dianne Hales, mientras una mujer utiliza 23.000 palabras al día, los hombres pronuncian sólo la mitad.
Es más, neurólogos han comprobado que mientras el centro de comunicaciones del hombre está limitado al lado derecho del cerebro, el de la mujer no sólo es más grande sino que ocupa ambas partes. Siendo así, no parece sorpresivo que los hombres hablen menos y, sobre todo, atiendan menos a lo que dicen las mujeres.
Aún así, «los problemas de comunicación entre hombres y mujeres tienen un origen social y no biológico», dice la científica alemana Gabriele Dafft a DW-WORLD. Dafft coordina un estudio sobre la comunicación entre hombres y mujeres en el medio laboral realizado por la Asociación Renana para Asuntos Sociales, Landschaftsverband Rheinland.
También en la oficina cada sexo habla en su idioma
Las mujeres formulan de otra forma. Algo que cuando se trata de impartir tareas a sus colegas masculinos eleva la barrera del entendimiento. En el caso de designar, solicitar u ordenar algo por hacer, las mujeres al mando escogen introducciones plagadas de subjuntivos como «Quisiera proponer…», o «el próximo paso sería…». «Una cortesía que es mal interpretada por los hombres que consideran las palabras como mera expresión de deseos y no de órdenes que deben ser ejecutadas», concluye Dafft. La consecuencia: el trabajo queda sin realizar causando enojos y frustración.
Las mujeres están acostumbradas a formular de una manera más impersonal, más indirecta que los hombres. A menudo, los patrones de conducta inducen a las féminas a la continua corroboración de lo que está diciendo el compañero: un sí expreso o murmurado acompañado de un movimiento afirmativo de la cabeza dan prueba de ello, dicen los estudiosos.
Los hombres en cambio, prefieren el silencio y la ausencia de mímica cuando escuchan a otra persona, sea mujer o no. Dicho sea que los sicilianos confirmarían la excepción. De todos modos, una actitud que desespera a más de una mujer que adquiere la impresión de que no está siendo escuchada o acaso de que la contraparte considera sin valor sus palabras.
Invitación al diálogo no es debilidad
Las diferencias de la comunicación entre géneros no sólo se quedan en la formulación sino que van hasta la argumentación. En una exposición de proyectos, por ejemplo, las mujeres exponen sus ideas de forma más abierta, dejando espacio para una probable revisión y poniendo incluso al descubierto las estrategias que implementarían a largo de la realización. Un «error» que, según Dafft, un hombre no haría, pues ello da la impresión de que no se está seguro. Y no hay algo a lo que teman más los hombres que a la inseguridad, sinónimo de debilidad.
«Arriesgando tomar decisiones equivocadas, en detrimento personal y de la calidad del trabajo, los hombres actúan pues en contra de las normas de la buena comunicación y la comprensión», afirma la científica alemana.
Cortésmente, pero al grano
Aquí la falta de comprensión entre los géneros pasa de ser una mera vivencia de pareja a influir en la calidad del trabajo. Razón suficiente para que, basado en los resultados del mencionado estudio, el grupo de sociólogos en torno a Gabriele Dafft y el profesor Helmut Ebert lanzara una guía sobre «Cómo hablar y cómo cooperar eficientemente».
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