Planificar tareas ayuda a tener una perspectiva del trabajo en marcha. Sirve para no olvidar nada o dejar tareas en el cajón que luego llegado el momento pasan a ser urgentes echando por tierra toda la planificación del día. Esto no ayuda a ahorrar tiempo. Esto solo lo podemos lograr si además empezamos de forma constante a introducir un cambio de hábitos en nuestro día a día.
El enfoque está sostenido por dos acciones simples que podemos implementar, siempre con paciencia, estos cambios no son de un día para el otro, sino ejecutarlos con repetición «hasta que se vuelvan nuestros».
No siempre que tenemos un mensaje o una llamada tenemos que responder. A veces es mejor esperar a terminar con la tarea que estamos y luego atender estos mensajes, muchas veces triviales pero a los que concedemos una importancia mucho mayor de lo que deberíamos.
Muchas veces basta salir 5 minutos antes de casa para llegar al trabajo media hora antes. O realizar la pausa del café no siempre a la misma hora, sino a la que sea mejor según el flujo de trabajo y concentración que llevemos. Hay días en que parar para tomar un café nos ha partido la mañana y a la vuelta nos ha costado horrores volver a concentrarnos.
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