El mercado laboral es muy competitivo y los cambios son cada vez más vertiginosos. Muchas veces ocurre que las empresas no cuentan con los recursos humanos suficientes para realizar todas las tareas requeridas, o no tienen el equipamiento o material necesario para hacerlo en forma más eficiente.

Junto con esto, en algunas oportunidades las decisiones se toman a último momento y, si bien había una tarea perfectamente planificada, hay que salir a realizarla a los “apurones”, sin el tiempo que se había pensado destinar para eso. A esto se suma que en algunas oportunidades los colaboradores tienen que tomar decisiones difíciles con poco tiempo de análisis y sin mucho descanso, por la carga de tareas. Las condiciones adversas pueden ser muy variadas y todo eso lleva a que la presión laboral se convierta en estrés.

Algunas recomendaciones para sobrellevar la presión y lograr un buen desempeño, inclusive en un escenario desfavorable son:

Distinguir qué tareas son las más importantes y urgentes, y llevarlas a cabo por orden de prioridad. Mejor aún si se realizan en el momento del día en que uno es más productivo.

Es clave entender que el estrés depende en gran medida de cómo uno reacciona a las cosas que le pasan o a las circunstancias externas. Siempre se puede culpar al jefe, a la falta de recursos, al tráfico, al poco tiempo para entregar los proyectos… pero hay que tener en cuenta que se puede aprovechar una situación adversa y hacer que la presión juegue a favor.

Al no obtener los resultados esperados, hay dos alternativas: frustrarse o aceptarlo. La mejor opción es aceptarlo, pero sin ser conformistas. Disfrutemos de lo que sí hemos logrado y sigamos en la búsqueda de aquello que anhelamos. Hay que aprender la lección de aquellas experiencias que salieron como esperábamos.

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