Latitud países con mayor equidad de género. En el índice del WEF estos países son Islandia, Noruega y Finlandia.
Islandia, en el caso del país de hielo y fuego, no es novedad que destaque por sus buenos resultados. Se registró gran participación femenina en el mercado laboral (85,8%), además de tener la posibilidad de alcanzar puestos directivos (41,5%) y espacio en la junta directiva de las empresas (43%). Además, lidera el ítem de empoderamiento político a nivel mundial con el 70,2%. Muestra de esto es que en los últimos 50 años han tenido 22 mujeres como líderes del país, tienen 38,1% de representación femenina en el parlamento y 40% entre ministros.
Noruega tiene una brecha de género del 83.5%. Con ese porcentaje Noruega está entre los diez primeros del ranking, concretamente en la 2ª posición, luego existe bastante igualdad entre hombres y mujeres.
El índice de la brecha de género analiza la división de los recursos y las oportunidades entre hombres y mujeres en 149 países. Mide el tamaño de la brecha de dicha desigualdad de género en la participación en la economía y el mundo laboral cualificado, en política, acceso a la educación y esperanza de vida.
Finlandia el 64% de los finlandeses está satisfecho con las labores del gobierno de la primera ministra más joven de la historia. La socialdemócrata, Sanna Marin, de 34 años, llegó al poder hace tres meses pero no lo hizo sola, sino que acompañada de una coalición de cinco partidos, todos liderados por mujeres que integran uno de los gabinetes con mayor participación femenina en el mundo, conformado por 12 ministras y siete ministros.
Un ejemplo más cercano de Latitud lo tenemos a Nicaragua, quinto a nivel mundial y primero en la región, de acuerdo al World Economic Forum – WEF. Ha cerrado casi el 80% de su brecha de género y alcanzó la paridad en logros educativos, salud y supervivencia. Sin embargo, aún hay temas que mejorar: solo el 35% de las mujeres son promovidas a cargos directivos.
«La igualdad de las mujeres debe ser un componente central en cualquier intento para resolver los problemas sociales, económicos y políticos» – Kofi Annan – ex secretario de la ONU
Con el paso de los años, las mujeres se han hecho un espacio en la alta dirección, lenta y forzosamente, porque aunque algunas directoras ejecutivas o managers afirmen que no han sido víctimas de discriminación y que sienten tener las mismas condiciones que sus pares masculinos, las cifras no dicen lo mismo y muestran que con razón el género femenino exige igualdad en el mundo empresarial.
Es cierto, no es sorpresa que una mujer tenga una posición de liderazgo en estos días. En la lista Fortune 500 de 2020, hay 37 empresas que son dirigidas por mujeres, todo un récord indican en la publicación, donde se menciona a las CEOs Mary Barra, de General Motors; Gail Koziara Boudreaux, de Anthem Inc.; Carol Tomé, de United Parcel Service; Corie Barry, de Best Buy; y Safra A. Catz, de Oracle Corporation, entre otras.
Se han registrado algunos avances a nivel global y regional. El Global Gender Gap Report 2020 del World Economic Forum (WEF), dio a conocer en su reciente edición, en diciembre de 2019, que la brecha de género en América Latina y el Caribe se redujo en 72,1%, quedando por debajo de Europa Occidental (76,7%) y de América del Norte (72,9%).
Sin embargo, a la brecha existente se sumaron este año los efectos del COVID-19, al cual apuntan algunos estudios como el causante de que haya retrocedido la inclusión de la mujer en el mundo laboral, sobre todo entre la población más vulnerable. Y un artículo del FMI indica que: «la pandemia podría revertir las mejoras en este ámbito porque las mujeres suelen ser las que más trabajan en los sectores sociales, como las industrias de servicios, comercio minorista, turismo y hospitalidad, que necesitan interacciones personales y que son las más afectadas por las medidas de mitigación y distanciamiento social. Además, las mujeres tienden a trabajar en el sector informal más que los hombres en los países de bajos ingresos, a realizar más labores domésticas no remuneradas y, por último, en casos críticos como el de ahora, están acostumbradas a dejar la escuela para complementar los ingresos familiares»
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